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Entrevista a Andrei Ram, discípulo de Sri Dharma Mittra

Andrei Ram: «el Yoga nos ayuda a conocer la verdad profunda de por qué vivimos»

Hace más de 10 años que Andrei Ram, discípulo de Sri Dharma Mittra, maestro yogui viajero, comenzó a venir a Barcelona a compartir su experiencia de la práctica. Solía dar las clases y talleres en una de las sedes del DiR a grupos todavía poco concurridos. Técnicas del Hatha Raja tradicional en el pleno ambiente del gimnasio. Sembró, sembraron con él sus alumnos, las primeras semillas de lo que hoy es una comunidad grande y nutrida de practicantes, de aquí y de allá, que no solo se reúnen cada año en torno a él y sus enseñanzas, sino que multiplican la cosecha: una red de transmisores de la esencia del Yoga en muchos rincones del planeta, no solo como profesores sino en el cumplimiento de cualquiera de sus actividades cotidianas.

Este año vuelve Andrei Ram a YogaOne, con un intensivo de 9 días –del 22 al 30 de agosto–, una nueva edición de lo que se inició en 2013 como un curso de verano. En la siguiente conversación entrevista a Andrei Ram nos acerca los términos y conceptos actuales de lo que es el Yoga y su aplicación en la vida diaria, y de la relación maestro-discípulo. Hace, además, una interesante actualización de los Yamas y Niyamas.

Se va volviendo una tradición esta inmersión de 10 días de práctica en YogaOne. ¿Por qué vienes cada año a Barcelona a compartirla?

Una gran parte del trabajo que yo hago es traer a la sangha, a la familia espiritual de todo el mundo, a un mismo lugar, juntarlos, ayudar a que se mantengan unidos. Entonces Barcelona se ha vuelto para mí un lugar muy especial donde la sangha de Asia, Suramérica, Estados Unidos y, por supuesto, Europa, disfrutan mucho de reunirnos cada año y recargarnos mutuamente de la verdad espiritual. ¿Por qué Barcelona? Porque uno no es quien escoge los lugares y las situaciones que le corresponden, sino que cuando uno realmente está al servicio de Dios, Dios le va revelando a uno esos lugares. Desde hace ya varios años Dios reveló Barcelona como propicio, y a lo largo del tiempo lo he venido confirmando. Estoy muy contento de poder estar cada año al servicio de la sangha en este lugar, con todo el sol y toda la belleza artística que ofrece. El arte es una manifestación divina y Barcelona también la ofrece humanizada.

Explica cómo es que este curso no es una formación de profesores

Este curso no es una formación de profesores propiamente. Primero que todo, con toda sensatez es importante poner claro que ningún curso pueda formar a un profesor. Lo que forma al profesor es la práctica constante del Yoga. Esta es más bien una inmersión que cada año sirve a las personas para cargarse de práctica, nutrirse, recordar los valores esenciales que fundamentan el Yoga, aprovechar todo lo que el Yoga tiene para ofrecernos como individuos, como

parte de un colectivo y como colectivo mismo. Esta inmersión es para reafirmarnos en la práctica, en los principios con los cuales vamos a poder compartir lo que recibimos y ayudar al buen vivir en las comunidades que habitamos. Y para quienes vienen por primera vez, para que acojan los fundamentos que les permitirán sostener una práctica que les ayude a enfrentar las dificultades propias de la vida todo el resto del año.

¿Qué es el Yoga y cómo definimos esta ciencia en su aplicación en la vida diaria?

La manera más fácil de definirla, a través lo que he encontrado todos estos años de practicarla, es que es una ciencia que revela un método altamente técnico para permitir la autorrealización, la autorrealización del Ser, del Ser profundo, de la verdad del Ser. Un método altamente técnico para, más que conocer la realidad divina, llegar a experimentar la Presencia de Dios. Y en esa experiencia de Dios, asimismo, conocer la realidad absoluta, la realidad que es fuente de toda otra realidad. El Yoga es una práctica que ofrece un método técnico para conocer a Dios.

Así entonces, en su aplicación diaria, lo que nos permite el Yoga es reconectarnos constantemente con la fuente de donde proviene toda claridad, todo sosiego, toda plenitud, todo amor, toda fortaleza. Tener las herramientas necesarias –esa fortaleza, claridad, amor necesarios–, para resolver las situaciones y las dificultades del día a día. Eso nos da acceso a niveles de autoconocimiento de nuestro propio Ser y de realización de los tesoros ocultos en las situaciones diarias. Es decir, a conocer la verdad profunda de por qué vivimos y por qué se nos presenta cada situación por pequeña que parezca ser. Ese es el sentido de la aplicación del Yoga en la vida cotidiana. No es fácil a veces porque es muy técnico, y el método viene de un campo cultural y cognitivo específico y ancestral. Para que logre ser aplicado a la vida diaria, requiere de una traducción desde esa cultura y ese tiempo en la propia.

¿Cómo es que tiene sentido el Yoga allí fuera de la esterilla y la sala?

Realmente como yo lo veo es que el Yoga ofrece dos etapas o dos partes. La parte primera, fundamental, que es la de los valores de esta ciencia, que no son otros que los fundamentos divinos de la vida misma, la realidad tal cual como fue formada por Dios. En esa primera parte, el Yoga ofrece unos valores [Yamas y Niyamas, bases del sistema del Yoga] que constantemente nos recuerdan cómo realinearnos con el ciclo divino, con el flujo divino. En la medida en que uno construye su vida siguiendo esos valores, la vida se va a haciendo más clara y se van removiendo los obstáculos cotidianos con mayor facilidad o, al menos, con mayor fortaleza. Esa primera parte es lo que puede aplicarse fuera de la shala. Esos valores se resumen en cinco consciencias: la del no conflicto, que ayuda a armonizar a la sociedad; la consciencia de la sensatez compasiva, de abrir y descubrir constantemente la verdad pero con compasión; la del profundo respeto a uno mismo y por supuesto a la diferencia; la consciencia de la dicha del compartir; y la del deseo de algo superior, de no conformarse con el apego sensorial al mundo sino buscar la Fuente de plenitud permanente.

Y la segunda parte, la técnica [el resto de los ocho miembros del sistema del Yoga] ayuda a mantenerse en el camino, limpiar y mejorar en todos los aspectos: en el plano físico y de la salud, en el energético, para mantener la vitalidad, y a partir de allí mantener también los sentidos alerta pero controlados y la mente afinando la capacidad de concentración y claridad que le da paso a la consciencia del espíritu.

¿No son las técnicas del Yoga, en sí mismas, digamos que vacías, o limitadas, si no se traducen en la convivencia con la sociedad? 

Lo que ocurre, como decíamos antes, es que estas técnicas fueron constituidas en otro tiempo, en otra cultura y requieren que su esencia, lo que realmente ofrecen, pueda ser traducida, actualizada a otras culturas y estos tiempos, además de reeditar constantemente su forma, para así comprender cómo cumplen su propósito, que es donde está su valor. Por supuesto que si no logran ser aplicables al día a día son totalmente vacías. Lo que las llena es que estén guiadas por esos valores fundamentales, esas cinco consciencias de las que hablaba que ofrece el Yoga –y a su vez esas técnicas terminan ayudando a desarrollar esas consciencias–, que la sociedad necesita para evolucionar. Todos los problemas de hoy son por falta de respeto a las diferencias y a otros credos religiosos, lo cual fomenta que las mentalidades que están en la oscuridad tengan una excusa para reaccionar.

¿Cómo se aprovecha la popularidad del Yoga en Occidente para regresarlo a su esencia y que sea útil a la comunidad?

Con compasiva sensatez hay que decir que la principal parte del Yoga que conoce el mundo hoy es una versión sobre todo norteamericana, que creó un producto muy atractivo y logró la popularización. Pero un poco a costa de perder su sentido, porque el Yoga no son ejercicios físicos y mucho menos es un producto espiritual: la  espiritualidad no puede ser un producto. Gracias a esta variación, el Yoga se conoce en todas partes del mundo y todas las culturas se han abierto su práctica, una función que ya se cumplió. Los practicantes se han dado cuenta de que hacía falta algo más, que esta práctica [limitada] no lograba llenar al Ser, lo cual ha generado la búsqueda de más profundidad para alcanzar dimensiones que sí ofrece el Yoga en su sentido esencial. Gracias a eso la práctica del Yoga está entrando en lugares terapéuticos, de rehabilitación y, ojalá, en sitios como las prisiones, donde no se debería condenar a las almas, si no darles la posibilidad de rehabilitarse. El Yoga ofrece a los seres el camino para encontrar su propia verdad, la presencia divina en ellos, en su propio ser y, en últimas, a Dios. Esa es la manera de sanar, rehabilitar pequeñas o grandes adicciones, o rehabilitar almas que se han perdido en la oscuridad. Eso puede ofrecer el Yoga real a toda la sociedad, gracias esta etapa del “yoga popular” de los últimos años que ya cumplió su ciclo.

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En el estado de consciencia colectiva actual, ¿cómo se traduce la relación del discípulo con el maestro? ¿Cuál es el papel de la sangha en este vínculo? 

En este momento la consciencia colectiva está entrando en lo que sería una cuarta etapa, que es juntamente el sentido de integración. Dejamos de pensar de forma hegemónica que poseemos el planeta que sus recursos son nuestros. Comenzamos a saber que todo hace parte de una estructura integral, colectiva, que somos parte de la Tierra, que todo está conectado, que cada especie lo está, como todos los corazones. Ya estamos viendo más dinámicas de autosostenibilidad en la economía y la ecología, más deseo de comunidad, de movimientos de ecoaldeas. Cuestionamos el estado de la economía, sus patrones hegemónicos, para empezar a pensar en estructuras más horizontales y de mayor reciprocidad. Como todos indefectiblemente seguimos el devenir de la consciencia, seamos humanos, plantas o animales, por eso el Yoga y cualquier práctica espiritual, cualquier religión, tarde o temprano, siguen esa dinámica. Lo vemos en el catolicismo con el Papa actual, que está pensando, no en la institución, sino en ofrecerse más como religión a las comunidades, remover las estructuras dominantes y volverse más horizontal. Dentro del Yoga también ocurre lo mismo. Ya no es como antes que, digamos, el maestro estaba por encima y utilizaba esa posición más elevada de su autorrealización para ayudar al discípulo a que ascendiera, sino que ahora la consciencia ya vibra para todos en un mismo lugar, más alto: entonces hay un acceso más equitativo para todos. La diferencia entre el maestro y el discípulo ya no es tan radical como antes; eso va haciendo que ahora el maestro sea la comunidad espiritual que se apoya mutuamente de forma constante. Ahora la figura del maestro como individuo se diluye para expandirse en cada uno de los seres que están caminando con uno ese proceso de evolución de la consciencia. El desarrollo espiritual y la autorrealización divina se vuelven también colectivos.

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